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La curiosidad de Venti

Venti es muy curioso. Le encanta pasear al sol de la mañana en busca de cosas raras y diferentes, aquellas que lo asombren.
Una mañana, volaba en busca de refrescante sombra, cuando por primera vez sintió que el piso se movía, que podía vibrar. Una nube de polvo se levantó. Su curiosidad empezó a despertar.
«¿Qué sería eso tan raro que estaba pasando?- se dijo.
Un sonido estridente lo sobresaltó, lo tomó por sorpresa y casi lo hace caer del árbol, si no volaba haciendo equilibrio, terminaba en el piso.
Como su curiosidad era tanta, decidió ir en busca de aquella cosa rara.
Planeó disfrutando del sol aunque hacía mucho calor. El resplandor le molestaba los ojos; entonces fue cuando encontró aquel espectáculo inesperado.
Se paró en un árbol junto al río, refregó sus ojos, pues no podía creerlo.
Venti conocía muchos animales, los picabueyes los liberan, los limpian de todo tipo de insectos, garrapatas y bichitos. Era amigo de búfalos, rinocerontes, impalas, cebras, jirafas, pero eso que estaba frente a él no era ninguno de esos.
¿Qué será esa enoooorme roca que se mueve y hace ruido?
Venti recordó lo que le decía su mamá antes de salir:
—Puedes jugar y pasear por donde quieras, solo cuídate de lo que no conoces.
La curiosidad de Venti era muy fuerte, así que en ese momento no se contuvo y voló a ver de qué se trataba.
A medida que se acercaba aquellas gigantescas moles, eran más impresionantes aún.
-Buenas tardes, saludó mientras se paraban en el lomo.
Nadie contestó; todos estaban concentrados en tomar agua y tirarse refrescante lodo por encima.
Venti volvió a saludar, pero nadie le contestó. Solo sintió enojadas y malhumoradas miradas.
Un chorro de agua intentó tirarlo, pero Venti reaccionó justo a tiempo.
—Una vocesita tierna y curiosa preguntó:
—¿Qué pasa ahí arriba? —papá.
—Nada, nada, solo es un molesto pájaro.
Al ver que más abajo alguien se interesaba por él, ventí voló y se posó en su lomo.
—Hola, soy Toto, ¿y tú?
—Soy Venti. —¿Eres una roca? —le preguntó intrigado.
—Nooo, soy un elefante.
—¿Un qué?
—Un elefante. ¿No ves que tengo enormes orejas, piel arrugada y mi trompa es larga?. Le respondió mientras las movía alegremente, haciendo con su trompa un sonido pegadizo.
A Venti le encanta hacer música con su silbido, pero a los demás les parecía muy desafinado. Tímidamente y de a poco se sumó al barritar de Toto, que sacudía su cola con ritmo, como si fuera una batuta de director de orquesta.
Juntos disfrutaron de hacer melodía.
Así fue como Venti conoció a los elefantes y se hizo un nuevo amigo con el que compartiría nuevas aventuras.

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Literatura Infantil – Escritor Uruguayo