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La maestra

Yo la admiro con cariño
Ella quiere mucho a los niños
Con su sonrisa nos espera
En otoño o primavera

Túnica blanca y aseada
Impecablemente planchada
También almidonada
La tiene muy bien cuidada

Es alegre y divertida
Mucho con ella aprendemos
Con didácticas salidas
Nuevos lugares conocemos

Atentos al pizarrón
En silencio y concentrados
Disfrutamos un montón
De todo lo enseñado

A la hora del recreo
En el patio nos juntamos
Después de jugar un rato
Todos juntos merendamos

Preguntamos sin cesar
La misma u otra inquietud
Nos ayuda a pensar
La paciencia es su virtud

Con voz dulce y cristalina
Ella nunca se ha enojado
Con la maestra Betina
Nos sentimos muy mimados

La campana ha sonado
Es la hora de salida
A casa nos hemos marchado
Esperando un nuevo día

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El castillo embrujado
Cada mañana después de desayunar tostadas con miel o dulce, un jugo de naranja, cereales o frutas, mamá prepara otro para la abu Lola y cruzo antes de ir a la escuela. Ella vive muy cerca de nosotros  a mitad de cuadra.  Al entrar trato de hacer el menor ruido posible porque muchas veces está acostada durmiendo, otras ya se levantó y está escuchando música clásica, ópera o algún informativo en la radio.
Su casa tiene un encanto especial, es acogedora y llena de diferentes aromas y sensaciones. Me encanta sentarme en el patio bajo la pérgola y disfrutar de la santa rita, de su sombra y de sus intensos colores, también sentir el suave y penetrante aroma del jazmín ¡es maravilloso!
Cada mañana compartimos un mágico momento. Ella me cuenta de sus vivencias y graciosas anécdotas y yo le preparo y le cebo mate, pero sobre todo le leo pues hace un par de años perdió la vista.
Para mi abuela soy la ventana al mundo real y más que nada  al de las historias fantásticas, al de los exploradores y sus aventuras y al de los increíbles misterios por resolver.
Muchas veces le voy narrando alguna historia que yo misma cree, otras las invento en el momento, a la abuela se le ilumina la cara cuando se da cuenta.
No hay una sola vez que cuando el reloj cucú, nos avisa que ya es hora de ir terminando estamos tan a gusto disfrutando de la historia, que me cuesta cortar.
Cuando se siente las llave en la puerta y mamá me pasa a buscar para llevarme a la escuela es un bajón. Me gustaría seguir con la abuela y el libro.
En el colegio me ven como “la rarita”, pues no entienden por que me gusta leer. Para ellos es aburrido, un pelmazo y más si las historias no tienen muchas ilustraciones. No saben lo que se pierden. Nada me ilusiona más que  imaginar la historia que un libro tiene para contarme. O crear las mías. Los libros me dan alas para volar.
-Abuela ¿te leo?
-¡Sí claro!, me interesa saber como sigue.
En ese momento sentí ruido en el pasillo, me paré y fui hasta ahí, pero nada. Dos por tres se sienten pasos en la planta superior, se cierran y abren las puertas, he visto cuervos en lo alto merodeando y eso me da mucho miedo. Una tarde mientras merendaba con la abu sentimos fuertes golpes que venían del altillo, me pidió que subiera pero ni loca subo hasta la torre.
– ¿Por qué te fuiste?
– Nada abuela nada. Ya voy…¿Sigo con la historia?- le dije mientras le cebaba mate.
-¿Qué te pasa? ¡Estás inquieta hoy!
Busqué donde había dejado y seguí leyendo: “Su esposa que si habitó la casa afirmó años después que veía a su marido caminando por los pisos superiores sobre todo por la torre.
Tras el fallecimiento de la dueña, el castillo estuvo muchos años desocupado. Finalmente una organizadora de eventos se hizo con el lugar, ideal para celebrar fiestas.
A principio de los años 2000 la empresa organizó una de sus bodas en el que el personal de servicio comenzó a sentir cosas extrañas. Pero la peor parte se la llevó la novia. En algún momento de la fiesta fue al baño a retocarse el maquillaje y segundos después, se escuchó un grito que puso la sangre helada al casamiento entero. Paralizó todo, la novia salió llorando desesperada y gritando que había un hombre completamente envuelto en sangre.
Al entrar para comprobar lo ocurrido se encontró que allí no había nadie. Esa fue la última boda que albergó el castillo.”
– Abu… ¿Desde cuando vivís en este castillo?

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Roberto, Kuko, Beto y Frango

-Roberto ¿dónde estás?

-Acá en mi cuarto.

-¡El manto!, ¡por favor Roberto!, ¿Dónde está el manto?
-¡Ufaaa mamá! estaba por atrapar a mi archienemigo Wolfman.
-Veo que estás en otra de tus aventuras de superlamb pero lo necesito para salir y me lo quiero poner. Te doy cinco minutos para que lo atrapes ¡si!.

-¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Gracias mamá- contesto mientras volvía a la acción dentro de su gran batalla.

Roberto es un chico muy imaginativo. Le gusta jugar crear aventuras todo el tiempo. Es fantasioso, al punto, que muchas veces, está viajando por sus historias mientras se encuentra en clase en el colegio. La semana pasada, la maestra estaba explicando un ejercicio de matemática, cuando se dio cuenta que Roberto no prestaba atención.

-¿Roberto me gustaría saber si entendiste lo que expliqué?.

Roberto seguía luchando contra el feroz y malvado capitán Narigudo, un temible corsario.

-¡Roberto!- dijo la maestra con voz enérgica.

-¡Kumikazu!- gritó, mientras se levantaba del banco con la mano en alto, como dando una orden de ataque.

Los compañeros no pararon de reír. El enojo de la maestra le costó un rato de reflexión en la dirección y un reto de sus papás.

Después de los cinco minutos, su madre volvió por él al cuarto.

-Vamos a hacer unos mandados Roberto.

-Mandados no que me aburro.

-Dale que después vamos a jugar un poco en la plaza.

-Puedo llevar a Beto, Frango y Kuko.

– Si claro, pero no quiero líos.

Kuko, Beto y Frango son un tiranosaurio rex, un brontosaurio y un velociraptor que lo acompañan a todos lados. Con ellos se siente seguro, lo cuidan y protegen, son sus amigos.

En la calle, haciendo mandados y de camino a la plaza se imaginaba divertidas y diferentes historias. Vio a una señora de bastón que caminaba encorvada, enseguida pensó que era una malvada hechicera que quería derrotar a Merlín y al Rey Arturo.También al ver a un señor con larga barba y panzón imaginó que era papá Noel y que estaba en apuros porque había perdido sus renos.

El tiempo paso rápido y el camino se le hizo más divertido.
En la plaza los niños se reían, jugaban y compartían, no faltó alguna pelea con empujón y llanto, caída con chichón incluido. Roberto se sentía seguro estaba con Kuko, Beto y Frango.

En el arenero mientras jugaba con sus amigos, algunos niños se acercaban queriendo compartir y jugar. Roberto apretaba sus dinosaurios cuando alguno intentaba acercársele, además los mostraba orgulloso como diciendo: son míos y no los presto.

Después de disfrutar de la plaza,y al retirarse Roberto dejo olvidado a Frango en el arenero, ya que lo había enterrado.

De camino a la casa pasaron a comprar donas azucaradas, al guardarlas en el bolso Roberto descubrió que no estaba Frango.

-¡Mamá!, ¡mamá!, ¡mamá!, Frango se perdió- gritó ansioso mientras movía las manos de forma nerviosa.

-Tranquilo, tranquilo, vamos hasta la plaza -le respondió su mamá después de buscarlo.

Las tres cuadras hasta la plaza se le hicieron largas, la intriga de saber si lo recuperaría lo tenía muy ansioso.

En el arenero encontró a un niño que jugaba con un dinosaurio. Sin hablarle ni intercambiar palabra alguna Roberto, quiso sacárselo de las manos. Se armó tremendo lío y problema. Hubo tirones de pelo, empujones y lágrimas.
Después de separarlos e intentar hacerles entender a ambos que si bien el dinosaurio era de Roberto podían compartir y disfrutar de jugar juntos. No querían entender razón alguna.
-Bruno prestale a Nuco- le dijo su mamá mientras le daba un coritosaurio que había llevado para jugar.
Bruno lo apretó contra sí, estaba muy enojado y no quería compartirlo.
Después de jugar un rato solos y mirarse con desconfianza, una vez que pasó el enojo, y entendieron que podían compartir y divertirse lo hicieron. Al despedirse Roberto le dijo:
-Te lo presto solo por hoy mañana me lo devolves, recuerda, te lo presto solo por hoy.

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Literatura Infantil – Escritor Uruguayo