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La maestra
Yo la admiro con cariño
Ella quiere mucho a los niños
Con su sonrisa nos espera
En otoño o primavera
Túnica blanca y aseada
Impecablemente planchada
También almidonada
La tiene muy bien cuidada
Es alegre y divertida
Mucho con ella aprendemos
Con didácticas salidas
Nuevos lugares conocemos
Atentos al pizarrón
En silencio y concentrados
Disfrutamos un montón
De todo lo enseñado
A la hora del recreo
En el patio nos juntamos
Después de jugar un rato
Todos juntos merendamos
Preguntamos sin cesar
La misma u otra inquietud
Nos ayuda a pensar
La paciencia es su virtud
Con voz dulce y cristalina
Ella nunca se ha enojado
Con la maestra Betina
Nos sentimos muy mimados
La campana ha sonado
Es la hora de salida
A casa nos hemos marchado
Esperando un nuevo día
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Roberto, Kuko, Beto y Frango
-Roberto ¿dónde estás?
-Acá en mi cuarto.
-¡El manto!, ¡por favor Roberto!, ¿Dónde está el manto?
-¡Ufaaa mamá! estaba por atrapar a mi archienemigo Wolfman.
-Veo que estás en otra de tus aventuras de superlamb pero lo necesito para salir y me lo quiero poner. Te doy cinco minutos para que lo atrapes ¡si!.
-¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Gracias mamá- contesto mientras volvía a la acción dentro de su gran batalla.
Roberto es un chico muy imaginativo. Le gusta jugar crear aventuras todo el tiempo. Es fantasioso, al punto, que muchas veces, está viajando por sus historias mientras se encuentra en clase en el colegio. La semana pasada, la maestra estaba explicando un ejercicio de matemática, cuando se dio cuenta que Roberto no prestaba atención.
-¿Roberto me gustaría saber si entendiste lo que expliqué?.
Roberto seguía luchando contra el feroz y malvado capitán Narigudo, un temible corsario.
-¡Roberto!- dijo la maestra con voz enérgica.
-¡Kumikazu!- gritó, mientras se levantaba del banco con la mano en alto, como dando una orden de ataque.
Los compañeros no pararon de reír. El enojo de la maestra le costó un rato de reflexión en la dirección y un reto de sus papás.
Después de los cinco minutos, su madre volvió por él al cuarto.
-Vamos a hacer unos mandados Roberto.
-Mandados no que me aburro.
-Dale que después vamos a jugar un poco en la plaza.
-Puedo llevar a Beto, Frango y Kuko.
– Si claro, pero no quiero líos.
Kuko, Beto y Frango son un tiranosaurio rex, un brontosaurio y un velociraptor que lo acompañan a todos lados. Con ellos se siente seguro, lo cuidan y protegen, son sus amigos.
En la calle, haciendo mandados y de camino a la plaza se imaginaba divertidas y diferentes historias. Vio a una señora de bastón que caminaba encorvada, enseguida pensó que era una malvada hechicera que quería derrotar a Merlín y al Rey Arturo.También al ver a un señor con larga barba y panzón imaginó que era papá Noel y que estaba en apuros porque había perdido sus renos.
El tiempo paso rápido y el camino se le hizo más divertido.
En la plaza los niños se reían, jugaban y compartían, no faltó alguna pelea con empujón y llanto, caída con chichón incluido. Roberto se sentía seguro estaba con Kuko, Beto y Frango.
En el arenero mientras jugaba con sus amigos, algunos niños se acercaban queriendo compartir y jugar. Roberto apretaba sus dinosaurios cuando alguno intentaba acercársele, además los mostraba orgulloso como diciendo: son míos y no los presto.
Después de disfrutar de la plaza,y al retirarse Roberto dejo olvidado a Frango en el arenero, ya que lo había enterrado.
De camino a la casa pasaron a comprar donas azucaradas, al guardarlas en el bolso Roberto descubrió que no estaba Frango.
-¡Mamá!, ¡mamá!, ¡mamá!, Frango se perdió- gritó ansioso mientras movía las manos de forma nerviosa.
-Tranquilo, tranquilo, vamos hasta la plaza -le respondió su mamá después de buscarlo.
Las tres cuadras hasta la plaza se le hicieron largas, la intriga de saber si lo recuperaría lo tenía muy ansioso.
En el arenero encontró a un niño que jugaba con un dinosaurio. Sin hablarle ni intercambiar palabra alguna Roberto, quiso sacárselo de las manos. Se armó tremendo lío y problema. Hubo tirones de pelo, empujones y lágrimas.
Después de separarlos e intentar hacerles entender a ambos que si bien el dinosaurio era de Roberto podían compartir y disfrutar de jugar juntos. No querían entender razón alguna.
-Bruno prestale a Nuco- le dijo su mamá mientras le daba un coritosaurio que había llevado para jugar.
Bruno lo apretó contra sí, estaba muy enojado y no quería compartirlo.
Después de jugar un rato solos y mirarse con desconfianza, una vez que pasó el enojo, y entendieron que podían compartir y divertirse lo hicieron. Al despedirse Roberto le dijo:
-Te lo presto solo por hoy mañana me lo devolves, recuerda, te lo presto solo por hoy.
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